42. Eres un patan

Indra.

—¡Estaba pensando que podemos ir a los anfibios después de esto!—Emiliano me esperaba ya sobre los escalones de madera donde se estaba quitando el chaleco.

Yo lancé el mío sobre los demás sintiendo la garganta seca.

—Qué te lleve Fausto, voy a descansar—no deje que mi hermano continuara.

Di media vuelta atravesando el camino de piedras, árboles y antorchas lo más rápido que pude para perderme lejos de ellos.

¡Fausto solo estaba jugando conmigo! Y yo no podía diferenciarlo. Que patética soy.

Solté un suspiro cuando llegué literalmente a una fogata rodeada de arena con una pequeña piscina natural y una palapa con una isla de refrigerios y hamacas para descansar.

Tomé dos vasos de agua de jamaica y luego me dejé caer sobre una de las hamacas viendo la luna llena en el cielo a la cual le hacían compañías las estrellas.

Tengo que renunciar, debía de renunciar.

Esto no era sano para mí. ¿Pero que le iba a decir a mi padre? ¿A mi padrino? ¿Iba a tirar mi oportunidad laboral y
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