41. Quisiera que me leyeras la mente
Indra.
Fausto ya nos esperaba por supuesto sin playera a la entrada repleta de arbustos del área de lockers.
Madre mía, me fue inevitable no verlo de pies a cabeza.
Fausto tenía un cuerpo de infarto, lo vi compartir sonrisas coquetas con un grupo de turistas asiáticas y ahí perdí la sonrisa.
Era un jodido mujeriego. No me debería de emocionar para nada querer estar con alguien así. Yo fui otra de seguro en su lista de conquistas y pronto pasaría página de mi. De su pequeña diversión.
El gruñido de amargura dentro de mi estómago me obligó a caminar rápido pasando de largo a Fausto para seguir las indicaciones hechas en madera hacia las tirolesas.
Pase por un corazón enorme de cerámica que literalmente sonaba y un flash me dio de lleno. Genial. Puras fotos horribles de seguro tendría el día de hoy.
Me detuve después de pasar otra cueva llena de agua, piedras y más estalactitas cuando noté todos los escalones que tendría que subir.
Simplemente increíble. Yupi Indra.
Tome grandes