43. Impongo mis deseos sobre los tuyos
Fausto.
—No Fausto, no vamos a meter a una desconocida en nuestras oficinas. No me parece correcto. Se supone era un espacio seguro para nosotros—ignoré completamente a César cuando subí
la ventana polarizada del Jeep Wrangler negro.
Salí de mi mansión pisando el acelerador a fondo.
No tenía por qué aguantar las pataletas de Cesar acerca de las personas a las que yo le quisiera dar acceso a mis oficinas.
Yo metería a Indra porque era el puto dueño de este imperio. Nadie más.
Además no quería alejarla de mi, no entendía porque actuó como lo hizo ayer, si
nos habíamos acostado ¿Y qué? Mucha gente tenia sexo sin poner sentimientos de por medio.
Me seguía cayendo bien la delgada cabezona que tenía por secretaria y eso no lo cambiaria de la noche a la mañana.
¿Por qué Indra no lo entendía?
Ayer había dejado a su hermano borracho pasadas las tres de la mañana en su reja, donde la otra hermana de Indra ayudo a meterlo dentro. De mi secretaria no se vio rastro alguno.
Emmett me había