22. Un descuido tuyo y mío
Indra.
Solté la risa nerviosa más larga de mi vida sintiéndome demasiado apenada de pronto.
Madre mía.
Fausto me alzó una ceja. Lo mire intentar controlar su enorme sonrisa bajo la seria mueca.
El resto de las camionetas de Fausto se alineó cuando anduvimos sobre la avenida de nuevo.
Mi iPhone comenzó a sonar con noticias de mis amigos. Pero pos supuesto no me atreví a contestar las llamadas.
—Estoy pensando seriamente en hablar con Iván acerca de tu comportamiento— Fausto me dijo inocentemente en lo que me hacia un chongo en el cabello para intentar controlar los niveles de humedad y los estragos de mi pelea.
Fausto dejó de hablar y yo fui la que le alzó la ceja ahora cuando miré su marcada manzana Adán pasar saliva ruidosamente.
—Es domingo Fausto, la gente hace cosas tontas en domingos. Por eso...no se trabaja—no supe ni qué quise decir para salvarme de esta.
—¿Estas borracha verdad? — me preguntó Fausto cruzándose de brazos.
—No—le dije rápido intentando sonar completamente