23. El peligro no exenta a los peligrosos
Fausto.
Solté un bostezo después de escuchar al árabe explicarme a detalle el traslado de armamento que se iba a hacer desde El Salvador hasta el aeropuerto de Guadalajara.
Subí las piernas al escritorio de cristal en la oficina que también me pertenecía.
Luego me desabroche los dos primeros botones de mi camisa para poder sentir menos presión en mi pecho.
Aunque mi inconsciente estaba seguro que esto no me iba a alivianar el estrés de hoy en día.
—Vladimir me dijo que los micro detonantes han sido lo más efectivo. El costo no es alto...hay mucho del material tirado por los States— alce las cejas como única respuesta al ver la gran cara morena de Abdel en la pantalla del proyector que me habían puesto y configurado para atender la cita virtual.
Me estaba muriendo de sueño.
Ultimamente sentía que no estaba teniendo ninguna noche de alivio decente. Pero es que había tantos pendientes que resolver, que comenzaba a añorar que el día tuviera más horas.
Además, me sentí tan distraído fr