Bajo la luna gibosa que menguaba, dejando atrás a la luna llena, el grupo de Kaím descansaba. Ninguno dormía, pero fingían hacerlo mientras pensaban en la reciente batalla, que todavía les agitaba las entrañas.
No había sido matar a los suyos lo que les quitaba el sueño, sino ver a Desz hacerlo.
Desz dormía solo, mientras los Liaks estaban agrupados algo lejos de él, y su sueño era tan ligero como el de una mosca. Oía el latir de los corazones de los lobos y sabía que estaban despiertos. Y asustados.
Las indagaciones que había hecho Rim al infiltrarse les permitió saber cuántos eran los enemigos y cuáles eran sus planes. Sabían de un campamento principal desde donde Rakum dirigía su avance, y que simplemente estaban capturando a todas las hembras que se les cruzaban en el camino.
Si no se les detenía, acabarían con toda vida humana en el valle. Y si ni así lograban su cometido, les seguirían los mismos Liaks.
Enfrentarlos se volvía una obligación.
Kaím propuso atacarlos rápido y