XLII Uno como tú

Bajo la luna gibosa que menguaba, dejando atrás a la luna llena, el grupo de Kaím descansaba. Ninguno dormía, pero fingían hacerlo mientras pensaban en la reciente batalla, que todavía les agitaba las entrañas.

No había sido matar a los suyos lo que les quitaba el sueño, sino ver a Desz hacerlo.

Desz dormía solo, mientras los Liaks estaban agrupados algo lejos de él, y su sueño era tan ligero como el de una mosca. Oía el latir de los corazones de los lobos y sabía que estaban despiertos. Y asustados.

Las indagaciones que había hecho Rim al infiltrarse les permitió saber cuántos eran los enemigos y cuáles eran sus planes. Sabían de un campamento principal desde donde Rakum dirigía su avance, y que simplemente estaban capturando a todas las hembras que se les cruzaban en el camino.

Si no se les detenía, acabarían con toda vida humana en el valle. Y si ni así lograban su cometido, les seguirían los mismos Liaks.

Enfrentarlos se volvía una obligación.

Kaím propuso atacarlos rápido y
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