35. Cazado
—Mátalos a todos —ordenó Dante Salazar con voz tranquila, mientras contemplaba la oscuridad tras los cristales de su penthouse en Moscú.
Ese lugar se había vuelto su segunda casa.
Llevaba puesta una bata Versace, salpicada de manchas de pintura neón.
—Son inocentes, Dante... hay demasiados niños. No está solo el cachorro —replicó Luka cuando habló en código.
El temido diablo gruñó, golpeándose la frente con la palma de la mano, frustrado.
Recién entonces se cuestionó por qué demonios había mandado al "señor moral" a encargarse de una tarea como esa.
Luka estaba en una misión extraordinaria, y, como ya era una molesta costumbre suya, se empeñaba en jugar al practicante del bien dentro de un mundo podrido.
El mundo de Dante.
—De veras contigo... ¿De qué lado se supone que estás? Porque a veces pareces mi puto enemigo —escupió Dante con rabia por el altavoz.
Justo en ese momento, la puerta del tocador se abrió.
Salazar bajó la mirada hacia Carlota, la rubia que entró en bata de baño,