34. Esta es la vida que deseo
Indra.
—¡Miley, ven acá! —gritó Kimberly de pronto, y regresé la vista a ella.
¿Era realmente un requisito de la mafia tener ese calibre de cuerpo?
La mujer que Carolina había señalado antes se acercó con un diminuto traje de baño negro, labios enormes y rojos que parecían artificiales.
—Una ronda de shots por Indra —dijo Kimberly sirviendo nueve caballitos de tequila.
Tragué saliva. ¡Era demasiado alcohol!
La mujer se lanzó a mi camastro, demasiado cerca.
—Amé tu vestido de novia —dijo, y me dio un beso en la mejilla.
—Miley Wilson —se presentó con confianza y otro acento que parecía característico en estas personas.
—Por la nueva mujer de Fausto —dijo Kimberly, alzando un caballito.
Las cosas que hago por encajar...
Levanté el vaso y, sin pensar demasiado, me tomé los tres shots como si fueran agua. Hice una mueca. El alcohol era fuerte.
Muy puro.
No sé cuánto tiempo pasé con ellas, pero me cayeron bien después del quinto shot.
Entre bailes sosos, plática sobre los chicos y nue