27. Dónde pisa el diablo
Culiacán, Sinaloa.
—¡No chingues, Fausto! Dante logró entrar a nuestra casa y a ti te pudo importar menos. ¡Estás más absorto en esa estúpida boda con la cazafortunas! ¡Ella es la ruina de los negocios! —Suspiré al escuchar a Carlota.
Había tenido que venir a Sinaloa después del atentado del Cártel del Infierno contra uno de nuestros laboratorios más delicados.
Lugar donde finalmente explotó la bomba que más había intentando retrasar.
Amenace a Candice y a mi hermana para evitar le dijeran algo a Carlota, pero se me olvidó un pequeño detalle: César era un maldito bocazas.
Si de por sí Carlota ya estaba encabronada porque un grupo armado de Salazar le había visto la cara de pendeja al infiltrarse en uno de nuestros territorios más protegidos, ahora parecía escupir fuego mientras destrozaba en pedazos la invitación de boda que César, sin que yo se lo pidiera, le había dado.
—Primero que nada, Carlota, te voy a pedir firmemente que respetes a mi pareja. Yo la arrastré a esto. La boda e