La Casa Blanca, antes el pináculo de la estabilidad, se sentía como un barco a la deriva en un mar embravecido.
La filtración del collar y las "donaciones dudosas" habían desatado un frenesí mediático que Nathaniel Vance, intentaba apaciguar desesperadamente. No había tiempo para la humillación personal; su presidencia pendía de un hilo.
Su primera línea de defensa fue una entrevista especial con Cassandra Ellis, una periodista de investigación conocida por su mordacidad y su habilidad para desenterrar la verdad. La entrevista tuvo lugar en el Salón Este, bajo la tensa vigilancia de David Hayes y el Director de Comunicaciones, quienes apenas podían ocultar su nerviosismo por la entrevista.
—Presidente Vance —comenzó Cassandra, su voz acerada como una hoja de afeitar, sus ojos penetrantes como los de un halcón que no perdonaba errores—, el país está conmocionado por los recientes informes. El pueblo americano espera respuestas claras. ¿Puede asegurar a los ciudadanos que no hay irregul