El restaurante, cerrado solo para ellos, era un oasis de calma en medio del caos de sus vidas. La luz tenue de las velas bailaba sobre el mantel blanco, creando sombras cálidas en la porcelana y el cristal. El suave sonido del jazz, un saxofón melódico que se sentía como un susurro, se esparcía por el lugar, llenando el aire de una calidez que se sentía como un abrazo.
El aroma a vino tinto y a una comida exquisita se mezclaba en el ambiente, pero Nathaniel y Anastasia apenas se dieron cuenta. Sus ojos eran un océano de emociones, de amor, de perdón, de un futuro que se sentía como una promesa.
Por un momento, el mundo exterior, el circo mediático y las demandas de la presidencia, se desvanecieron, al igual que las críticas y el caos. Solo existían ellos; dos almas que se habían encontrado en la oscuridad y que ahora se aferraban a la luz.
Anastasia observaba el rostro de su esposo, las líneas de fatiga alrededor de sus ojos que se hacían más pronunciadas con cada día. A pesar de eso,