La luz de la chimenea era un baile de sombras doradas sobre sus cuerpos; una hoguera cálida que los protegía del frío implacable del invierno ruso. Anastasia, envuelta en una manta de piel suave que había encontrado en el armario de la habitación principal, se recostó en el pecho de Vance, el ritmo constante de su corazón era un arrullo que la tranquilizaba. El olor a leña quemada y a su colonia casi inexistente se mezclaban, creando un aroma que, por primera vez, se sintió como hogar.
Habían regresado con sus ropas destrozadas y corriendo a casa. Habían muerto de frío, pero los siguientes dos días no hicieron más que calentarse en el cuerpo del otro. Vance encontró la manera de que llegara agua a la tubería, y calentándola en la chimenea, se dieron el primer baño en días. Asaltaron los armarios de la familia y encontraron dos tipos de ropa: grande para Anastasia, y extremadamente pequeña para Vance.
De igual forma, la ropa no importaba mucho en ese momento, porque donde menos estaba