59. Demasiado Tarde
Matteo salió del Teatro Nacional como un hombre caminando hacia su propia ejecución. Sus piernas se movían automáticamente, llevándolo hacia su auto sin pensamiento consciente. La imagen seguía repitiéndose detrás de sus párpados cada vez que parpadeaba.
Isidora. Diego. El beso.
El pequeño estuche de terciopelo azul marino pesaba en el bolsillo interior de su chaqueta como plomo fundido. Lo había elegido esa tarde después de horas en la joyería más exclusiva de Barcelona. Un anillo de zafiro azul rodeado de diamantes. Azul como los ojos de Isidora. Delicado pero fuerte, como ella estaba aprendiendo a ser.
Había planeado dárselo después del concurso. Como disculpa. Como promesa. Como prueba de que finalmente entendía su valor.
Ahora era solo un recordatorio de su estupidez monumental.
Llegó a su Mercedes y se quedó de pie junto a él, sin poder moverse. El aire fresco de octubre le golpeaba el rostro pero no sentía nada. Solo ese vacío creciente en su pecho donde algo vital había sido ar