20. Llamado Al Deber
Isidora y Diego pasaron una hora más afinando el plan. Diego le entregó un pequeño disco duro cifrado, del tamaño de una moneda.
—Los planos de San Patricio están en el servidor de la oficina principal de Matteo. Tienes que conseguir una copia digital.
—¿Y si me atrapan?
—Si te atrapan, yo haré que parezca que fuiste tú quien lo engañó. Yo asumiré la culpa. No te preocupes por mí.
Isidora sintió una oleada de culpa. La amistad de Diego era incondicional, una antítesis del amor transaccional de Matteo.
—Tengo que irme. Caterina me espera.
Se despidieron con un apretón de manos, una promesa silenciosa de lealtad. Isidora regresó a la Mansión Franzani bajo la luz tenue del anochecer, deslizándose por la puerta de servicio, el pequeño disco duro escondido en el forro de su bolso.
Mientras Isidora se aseguraba de que Caterina no fuera descubierta, Matteo estaba en la torre corporativa, la rabia de la confrontación con Diego todavía hirviendo bajo su piel. El beso que le había robado a Isido