17. La Cuerda Tensa
Matteo metió a Isidora en el coche negro con una furia tan fría que quemaba. El tirón en su brazo fue un acto de violencia posesiva que no admitía testigos. Dejó a Diego plantado en el asfalto, un mudo monumento a la furia de Matteo.
El coche arrancó. Matteo se sentó en el asiento trasero junto a Isidora, su proximidad era un castigo que invalidaba el amplio espacio de la cabina. Él no la tocó, pero el silencio y el calor emanado de su cuerpo eran una amenaza constante. La seda del traje de Isidora se sentía caliente contra el muslo de él.
—Tienes diez segundos para decirme la verdad, Isidora —dijo Matteo, su voz tan baja que era más escalofriante que un grito—. ¿Estás conspirando con Clarck para sabotear mis negocios?
Isidora usó su única arma: la verdad legal.
—Tenemos un contrato, Matteo. Regla número cuatro: vida privada. Yo no pregunto por Lucía. Tú no preguntas por Diego.
—¡Lucía es una aliada profesional! ¡Y tú estabas en un abrazo íntimo con un rival corporativo! —espetó Matteo