Una vez que nos aseguramos de que nadie nos sigue, giro rumbo al club. Minutos después, estamos de vuelta en el estacionamiento. Corro hacia la puerta de ese sitio y me voy a la bodega que hay atrás. De allí saco mi scooter eléctrico que dejé aquí la última vez que vine.
Me dirijo a la puerta y en el camino me encuentro al grandullón que viene ingresando en el club. En eso, me quito la mochila y se la lanzo.
—¿Qué se supone que haga con esto? —pregunta luego de atraparla.
—Entrégales todo el dinero a los hombres de mi tío Iván, sin que sepan realmente cómo lo conseguiste.
—Es obvio que ellos me van a interrogar. Me preguntarán cómo demonios tengo una suma de dinero como esta en mis manos. Pensarán que desfalqué a una rata rusa.
—No sé, invéntate algo —hago un ademán, luego me giro y comienzo a caminar para irme.
—¡Hey, niña! ¿A dónde vas? —dice en tono alto.
Ya no teme que nos oigan porque estamos en territorio que le pertenece a la mafia italiana.
—De vuelta a mi prisión —respondo, e