EN ALGUNA PARTE DE ALEMANIA.
La llamada llegó de madrugada, cuando Luca aún repasaba por enésima vez los informes dispersos sobre la mesa del refugio.
La pantalla del móvil vibró, iluminando su rostro cansado. No había dormido nada, pero el sueño era un lujo que no podía permitirse. Aunque sus músculos pedían descanso, la promesa que le había hecho a su hermana ardía más fuerte que cualquier fatiga: rescataría a su esposo y a su hija, y no descansaría hasta sacarlos de ese infierno en el que se encontraban hundidos.
Contestó de inmediato.
—No aparece en ningún mapa —dijo Rafi por teléfono, su voz rasposa como grava. Era el hombre que Luca había contactado para que lo ayudara a encontrar la ubicación de la isla—. Tampoco en los satélites comerciales. ¿Sabes por qué? Porque la levantaron a mano. Quien fue, lo hizo porque no quería que supieran su identidad. Antes de que te lances ahí, llévate a tus mejores hombres.
“¿Quién había construido ese refugio secreto y de qué, o de quién, se es