VIOLA
Cuando abrí los ojos, el mundo todavía se veía medio borroso. Pero enseguida me sorprendió ver un paraguas volando sobre mi cabeza. A mi lado, Lucas estaba sentado relajado, con su mirada tranquila de siempre.
—¿Cansada de escribir, señora Viola? —bromeó Lucas.
Me había quedado dormida. En la hamaca del jardín. Estaba pintando allí. Pero cuando el viento acarició suavemente mi rostro, me sentí cómoda y finalmente me quedé dormida.
—Lucas... ¿qué estás haciendo? ¿Por qué has puesto un paraguas sobre mi cabeza? —murmuré con mi habitual voz ronca y somnolienta.
Él se rió suavemente. —Qué graciosa. Para que no pases demasiado calor, por supuesto.
Me quedé atónita por un momento. Mi corazón se llenó de alegría otra vez porque Lucas seguía haciendo cosas tan amables. Había preparado algo que Kael nunca me había dado.
—Lo siento, estaba pintando, pero de repente me entró sueño.
Vi que el cielo se estaba volviendo amarillo, ya era por la tarde. Pintar era muy divertido, hacía que mi cue