VIOLA
Lucas se detuvo un momento y luego me miró fijamente.
—No vengas. Deja que mi representante vaya en tu lugar. Tengo a alguien que puede representarte en el tribunal, alguien que sabe hablar, cómo mantener al público en silencio, cómo manejar el papeleo sin aparecer en los titulares. Tú solo siéntate y espera.
Una parte de mí se sorprendió. ¿Desde cuándo me había convertido en alguien que temía enfrentarse solo al tribunal? ¿Desde cuándo dependía de los demás?
Pero en ese momento me di cuenta de que estaba profundamente agotado. No físicamente, sino agotado de luchar. Lucas pareció darse cuenta y pronto la decisión se desvaneció poco a poco.
—De acuerdo —dije finalmente, con una voz que casi no reconocí—. Hazlo tú. Confío en tu plan.
Lucas sonrió, esta vez con una ternura que rara vez veía. Acercó una silla, se sentó frente a mí y me miró como alguien que ve un cuadro por primera vez después de mucho tiempo.
—No tienes que sacrificarte, Vio. Déjame hacer esta parte. Después nos i