VIOLA
La sombra llegó antes de medianoche.
No era el ruido de un coche.
No eran pasos.
Solo... una sensación.
Una sensación que me invadió hace años cada vez que Kael volvía a casa enfadado. Una sensación como si el aire se tensara, como si la habitación estuviera envuelta en algo invisible.
Me quedé de pie junto a la ventana, mirando el pequeño jardín exterior. Silencio. No había nada. Pero mi cuerpo lo sabía.
—¿Estás segura de que vendrá esta noche? —preguntó Nadia desde atrás.
Me giré. Su rostro seguía pálido, pero su mirada era intensa. Había cambiado en cuestión de horas, pasando de ser una vieja amiga preocupada a alguien dispuesta a golpear a Kael con una flor de plástico si fuera necesario.
Asentí. —Kael no puede esperar. Nunca puede. Cada vez que hay algo fuera de su control, actúa rápidamente.
Lucas estaba de pie junto a la mesa, asegurándose de que todas las puertas dobles estuvieran cerradas con llave y todas las ventanas fueran seguras. —Si realmente viene, la policía ya