Gracia
El rostro de Esteban se enrojeció. Caminó hacia mí con paso firme, hirviendo de rabia y cegado por la ira.
Todas las miradas lo siguieron, con sorpresa y curiosidad reflejadas en sus rostros. Debían conocerlo. Era el director general de una empresa rival.
Ignoré las miradas ajenas y me senté en mi silla. ¡Estaba aquí para armar otro escándalo!
¡Qué ridículo!
—¿Qué quieres? —me burlé justo cuando se detuvo a mi lado y abrió la boca.
Sus puños se cerraron, una mirada sombría le cruzó por sus ojos. Pero cuando su mirada cayó sobre mi vientre, sorprendentemente, la ira se transformó en duda.
Se me formó un nudo en la garganta mientras Esteban se quedaba rígido y continuaba mirando fijamente mi vientre.
—¿Estás...? —la voz de Esteban bajó, convirtiéndose en un susurro—. ¿Te sientes mejor?
—¿Después del aborto forzado, quieres decir? —sonreí, con el odio escrito en mi rostro.
Esteban sostuvo mi mirada y tragó saliva. Ignoré la forma en que sus ojos se suavizaron y me concentré en la p