Gracia
—Dijiste que, si estaba embarazada, le darías mi hijo a Lucía, porque yo no merecía ser madre —declaré como un hecho, sin siquiera mirarlo.
Escuché cómo se le cortó la respiración y sonreí aún más. Era tan bueno actuando como el "herido".
—No te hagas el dolido. Al final le diste el niño a Lucía. Ella quería deshacerse de él y tú cumpliste con eso —me recosté hacia atrás y seguí mirando por la ventana.
—¿Crees que no lamento la pérdida de nuestro...?
—Basta —le espeté, liberando mi muñeca de su palma—. No vayas por ahí, Esteban.
Para mi alivio, se quedó callado y no insistió.
Nuestro viaje terminó en silencio, pero sus ojos permanecieron fijos en mí, haciendo imposible que no sintiera desdén.
Cuando el hospital lujosoapareció ante mi vista, me enderecé. Sin previo aviso, Esteban volvió a tomar mi mano y me entregó un archivo.
Alcé las cejas y finalmente dirigí mi mirada a su rostro. Sus ojos se encontraron con los míos, suavizándose una vez más.
—Tómalo —susurró.
Abrí el archivo