Gracia

—Déjame ver —Tristán levantó la mano hacia mí, ignorando por completo mis palabras.

Suspiré con sarcasmo. —No es necesario. Ya sé lo mucho que te importan estas cosas.

—Gracia —su voz se endureció.

Apreté los labios en una línea fina y me puse en pie con las piernas temblorosas. Tenía que meterme esto en la cabeza: si Esteban era un hombre calculador, Tristán no era muy diferente.

Eran hombres de poder, criados y educados en este mundo cruel para conseguir lo que quisieran a cualquier precio. Su cuidado solo estaba reservado para las personas que consideraban útiles.

—Te dije antes que pagaré el precio por tu ayuda. Y sé que eso es lo que quieres. Así que mientras estemos del mismo lado, puedes dejar la actuación de tipo bueno y mostrarte como eres realmente: el hombre que eras hace un momento. El que no dudó ni un segundo antes de decir... —me detuve, incapaz de continuar.

Bajé la mirada hacia sus ojos neutrales. Por un segundo, lo había estado comparando con otros en mi vida,