Gracia
Después de sobrevivir a las burlas y pullas del Señor Castillo durante el resto del día, sentía que estaba a punto de desmayarme. Un lado de mi cabeza se había entumecido para cuando salí de esa torre imponente.
Para colmo de males, estaba lloviendo. Los empleados corrían hacia sus autos en el estacionamiento o paraban taxis para llegar a casa, mientras yo permanecía frente a la torre, mirando a mi alrededor.
Mi teléfono vibró en mi mano, haciéndome suspirar y echar un vistazo al mensaje. Como era de esperarse, era de Lucía.
Nunca podía contenerse de mandarme mensajes para que nos viéramos después de haber visto el video que circulaba por todas partes.
Abrí sus mensajes y los leí.
—Somos hermanas, Gracia. ¿Cómo puedes rebajarte tanto al tratar de dañar mi reputación?
Puse los ojos en blanco ante el tono que usó. Todavía creía que podía manipularme.
El siguiente mensaje decía: Estoy dispuesta a perdonarte si vienes a verme al Club Euforia a las ocho. He hecho una reserva en la sa