Raquel camina de un lado al otro en la habitación. Escuchándose los constantes golpes que hacen sus tacones en el piso de concreto. Se detiene y comienza a levantar y bajar la punta del pie, haciendo los golpes cada vez más constantes y repetitivos.
—¡Ey, deja de hacer ese ruido! —se escucha que alguien grita y golpea el piso que Raquel está pisando.
Lo que la asusta por unos segundos. Pero se molesta aún más y empieza a brincar y dar pasos cada vez más potentes. Lo que al inquilino de abajo le enfurece más. Correspondíendole con más golpes. Raquel sonríe gustosamente por hacer enojar a ese hombre.
—¡Ey, zorra! —se escucha nuevamente sus gritos, pero ahora proveniente de la ventana. Raquel se aproxima, abriendo la puerta y sacando su cabeza por ahí.
Viendo en la parte de abajo a ese hombre anciano gordo. Sacando la cabeza.
—¿¡Qué quiere, anciano!? —preguntó la rubia con rabia.
—Que dejes de caminar como gallina sin cabeza por todo el piso con tus tacones. ¿No ves que q