Killiam
La música tenue se mezcla con las voces, las risas y el chillido débil de los cubiertos. Intento pasar alimento, pero mi estómago no colabora, así que me entretengo viendo a todos platicar y almorzar a gusto y en completa confianza, en el palacio de un rey desconocido y con intenciones sospechosas.
Si esto fuera una trampa, ya todos estaríamos muertos por envenenamiento.
Me dan ganas de reír por el hilo de mis pensamientos, pero mantengo la compostura mientras observo cada detalle de este encuentro tan peculiar.
Si bien ya había estado en reuniones parecidas antes, nunca los convidados habíamos sido casi toda una maldita región. Es tan raro que el tal rey Arion, de buenas a primeras, quiera aliarse con todos nosotros.
Aparte de que sus propuestas son un poco ambiguas, como una maldita fantasía para entretener, como si buscara otra cosa.
—Su majestad, ¿no va a comer? —me pregunta Kul, preocupada.
La miro por inercia, pero su estado demacrado me entretiene por unos segundos; ent