La fachada de Leticia Fernández era impecable: vestidos de diseñador, discursos emotivos, galardones en fundaciones benéficas, fotografías abrazando niños en aldeas olvidadas. Pero detrás de cada sonrisa, se escondía el horror más meticuloso: tráfico de armas, desapariciones y lavado de dinero disfrazado de ayuda humanitaria.
—Lo tenemos todo —dijo Sebastián, mostrando un mapa en la pantalla—. Rutas marítimas, cuentas bancarias, registros de embarque, y lo más importante: el testimonio de un exmilitar que participó en la operación encubierta en Guinea.
Valentina cerró los ojos un segundo. No era por miedo, sino por la tensión acumulada. Respiró hondo.
—Vamos a sacarla del pedestal. Y con ella, se va a tambalear todo el círculo diplomático de Isabel.
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El documental se llamó:
“Caridad Envenenada: La verdad detrás de Leticia Fernández”
No usaron efectos, ni música dramática. Solo hechos, fechas, y voces de las víctimas. El rostro de una joven africana relatando cómo llegaron los supue