Las redes sociales ardían. Los noticieros abrían con un titular en letras rojas:
“Hermanos Duarte implicados en red de corrupción: ¿justicieros o doble moral?”
Valentina despertó con más de cien mensajes en su celular. Algunos insultos. Otros amenazas. Y muchos más, llenos de confusión.
—¿Qué demonios pasó? —murmuró al ver su nombre en tendencia.
Tomás entró con el celular en la mano.
—Publicaron una nota anónima. Filtraron documentos sobre el caso del Papá… y una supuesta relación incestuosa entre tú y yo.
Valentina casi escupió el café.
—¿¡Qué!?
—Lo están manipulando todo. Fotos nuestras de abrazos, viajes… hasta el día que me cuidaste en la clínica aparece como “noche de pasión”. Mira esto.
Le mostró el artículo.
“Los Duarte: entre la ley y el deseo. ¿Hasta dónde están dispuestos a llegar los supuestos denunciantes?”
Valentina sintió el golpe. Pero no se quebró.
—Esto viene de Isabel. Solo ella tendría acceso a esos archivos familiares.
—Y al descaro para usarlos —gruñó Sebastián,