El Foro Económico Internacional Privado no figuraba en ningún calendario oficial. Era una reunión donde los poderosos tejían acuerdos imposibles de rastrear. Valentina y Tomás entraron con identidades falsas, vestidos como inversores discretos. El lugar: el piso 47 de la Torre Kronos, una catedral de vidrio y acero donde el dinero decidía el destino de la ciudad.
La sala principal estaba iluminada con una luz tenue y cálida, llena de mesas circulares cubiertas de cristal, pantallas digitales y copas de vino carísimo. Empresarios, banqueros y políticos hablaban en voz baja, intercambiando cifras que parecían inofensivas, pero detrás de cada número había una guerra.
Valentina escaneó el lugar sin apartar la sonrisa de cortesía de su rostro.
—¿Lo ves? —susurró Tomás a su lado.
—Aún no... pero debe estar cerca. Estas reuniones no ocurren sin que él las controle.
Se mezclaron entre el público, escuchando fragmentos de conversaciones. Se hablaba de acuerdos petroleros, bonos ficticios, crip