La transmisión en vivo de Víctor no tardó en viralizarse. En menos de una hora, estaba en todos los canales de televisión, replicado en redes, analizado en podcasts improvisados y citado en comunicados oficiales. Su rostro, una mezcla de serenidad y firmeza, hablaba desde algún lugar no revelado. Con voz grave y pausada, desenmascaraba los engranajes del poder que por décadas habían sostenido a Isabel Montenegro y a su red de aliados.
“Lo que vieron hoy es solo el comienzo. Hay más. Mucho más. Y lo tengo todo”, fue la frase que cerró su transmisión antes de desaparecer de la pantalla.
Las reacciones fueron inmediatas.
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En el noticiero central, los presentadores abandonaron el libreto para abrir una cobertura especial. Isabel Montenegro era tendencia global. La palabra *traición* flotaba en el aire como un veneno. Analistas políticos debatían a gritos en los sets, mientras abogados intentaban explicar las posibles consecuencias judiciales para todos los implicados.
En las calles, la