Bogotá amaneció cubierta de una inquietud densa, casi eléctrica. A las 6:47 a.m., cuando el tráfico aún no colapsaba y los noticieros apenas desperezaban sus primeras noticias del día, una alerta iluminó las pantallas de celulares, tablets y computadores:
“Filtración exclusiva: las reuniones secretas del poder”.
El enlace redirigía a una plataforma anónima, encriptada, con el logo de una serpiente rodeando una balanza. El primer video mostraba una reunión en una sala privada de un exclusivo club del norte de la ciudad. Senadores, empresarios, exfiscales. Todos hablando de contratos, porcentajes, “favores” administrativos. Todos nombrando a Isabel Duarte.
Valentina observaba desde el apartamento seguro, café en mano, rostro sereno. Habían preparado este momento durante semanas. Con la ayuda de Víctor, el infiltrado en el equipo de Isabel, lograron acceder a los respaldos digitales de varias cámaras ocultas en reuniones clave. Pero lo más potente no era la imagen, sino la voz.
—¿Tú cree