El celular vibra mientras vendo mis manos para golpear el saco de boxeo. Es Carlos, a quien dejé a cargo de la tienda de discos. Lo pongo en altavoz.
—¿Malas noticias? —pregunto, ajustando la venda en mi mano izquierda.
—La Celópata se reportó enferma —dice, con ese tono que usa cuando habla de Margarita.
—¿Y qué tiene de malo? —cuestiono, empezando con la mano derecha.
—Vino, notó que no estabas, actuó raro y luego se reportó enferma.
Termino de vendarme y frunzo el ceño. Algo en su voz me dice que preste atención.
—¿Qué quieres decir? —insisto.
—Que revises los alrededores. No se sabe si una loca anda acechándote.
Río, porque Carlos siempre exagera. Si por él fuera, Margarita estaría en un psiquiátrico. Pero no es tan descabellado.
—Tú ríes, pero ten cuidado —advierte.
—Ok, estaré atento. Gracias, Carlos. ¿Todo bien en la tienda?
—Estupendo. Al menos Verónica es más normal. No mucho, pero algo es algo.
Río y cuelgo. Miro por la ventana, pero no veo nada raro. Me encojo de hombros, p