Gabriel / Lo siento. Estoy pensando en otra mujer.
La furia me quema las entrañas, un fuego que Luciana encendió y dejó ardiendo. Hice lo correcto al dejarla ir, pero ahora estoy atrapado en un torbellino de deseo y frustración, demasiado irracional para quedarme en la habitación dando vueltas como idiota. Necesito un trago, algo que apague este calor que me consume. Regreso al bar, el aire denso de música norteña y risas golpeándome los sentidos. A lo lejos, Beatriz coquetea con un tipo que parece sacado de un rodeo: sombrero vaquero, pantalones rasgados y una camisa dorada con gallos peleando en la espalda. Ella se acomoda el cabello junto a la rocola, riendo con cada palabra del vaquero. Cuando él hace un ademán para sacarla a bailar, actúo sin pensar. Cruzo el bar como un rayo, tomo su muñeca y la arrastro hacia la calle.
—¿A dónde vamos? —pregunta Beatriz, su risita ebria traicionando las copas de más.
—A coger —respondo, insolente, mi voz cargada de un desafío que no siento del todo.
—Ya era hora de que te decidieras —murmura, s