Viernes, hoy es viernes, y mi cuerpo lo sabe, como dice esa imagen que Constanza me mandó. Tengo una sonrisa de babosa mientras repaso la galería secreta en mi celular, protegida con clave para evitar vergüenzas. Veintiún fotos de Gabriel: unas picantes, otras dulces. Mi favorita es de sus ojos miel, enmarcados por pestañas que envidio. Ese hombre me tiene en la fase patética de cuando alguien te gusta de verdad.
Mi celular suena, y sé que es él sin mirar. Mi corazón da un brinco.
—Hola, muñequita —su voz baja calzones me derrite.
—Hola, galán —respondo, coqueta.
—Muero por verte. En dos horas —dice, y juro que puedo ver su sonrisa.
—Yo también —se me escapa, impaciente por nuestra primera cita.
—Estupendo, cariño —su alegría es contagiosa.
—¿Plan alterno? —pregunto, juguetona.
—Pizza en tu casa, pelis, o tu bar favorito y… —baja la voz— luego vemos qué sigue.
—Caramba, tal vez llegues antes y empecemos por el “qué sigue” —bromeo, riendo.
—Sé el efecto que tengo en ti, pero tú me hace