Después de la noche en el hospital, Spencer me había concedido el descanso mínimo, pero el trauma emocional me dejó hecha un ovillo. A pesar de la luz verde en la recuperación de mi padre, la presión no cedía. Liam me acosaba para terminar el Huayra, y Spencer me controlaba con la precisión de un reloj suizo.
Necesitaba desesperadamente un respiro que no oliera a aceite de motor ni a mármol frío.
Llamé a Chloe, mi mejor amiga desde la secundaria, la única persona que entendía mi vida caótica. Chloe trabajaba como bartender y tenía un talento especial para inyectar humor en el desastre.
—Necesito alcohol y tu juicio profesional, Chloe. Estoy pagando una deuda al mismísimo Satanás con un traje de $5,000 —le dije por teléfono.
—Dime dónde, y llevo el tequila.
Nos encontramos en The Blind Tiger, un bar de cócteles oscuro y ruidoso, lejos de la pulcra élite de Aether. Me quité el traje de oficina y me puse mis jeans más cómodos. La liberación fue casi física.
Después del tercer shot de teq