Abrí los ojos al mediodía, cortesía de la "tardanza" permitida por Spencer, y sentí que mi cabeza albergaba una orquesta sinfónica de martillos. La resaca era brutal, una clara represalia por el tequila y el desafío a la autoridad. Peor aún, mi memoria estaba fragmentada. Recordaba a Chloe riendo, el baile tonto, y luego... una niebla gris y el sabor salado de un caldo que no era mío.
¿Spencer Blackwood había estado allí? ¿Me había obligado a comer? El recuerdo era tan vívido como absurdo. ¿El CEO que se limpia y me obliga a cenar carbohidratos? Debió ser un sueño febril inducido por el alcohol.
Me arrastré a Aether Corp con una hora de sueño extra, pero el dolor de cabeza hacía que la luz fluorescente del piso 80 fuera una tortura.
Spencer me llamó a su oficina de inmediato. Estaba leyendo un informe, inmutable, pero el aire estaba cargado de una expectativa juguetona que nunca le había visto.
—Llega a tiempo, señorita Donovan —dijo, sin levantar la vista.
—Agradezco su indulgencia,