La orden de Spencer de llegar tarde a la oficina se sintió como una burla del destino. Justo cuando llegué a casa, arrastrando mis pies cansados y desprendiéndome del costoso vestido de seda, el teléfono vibró con una urgencia brutal. Era el hospital.
—Señorita Donovan, lamentamos la hora. Su padre ha sufrido una descompensación severa. Necesitamos realizar una operación de emergencia. La ventana es estrecha.
El cansancio se evaporó, reemplazado por un terror frío. Corrí al hospital, el traje de Aether Corp abandonado en el suelo de mi habitación. Liam ya estaba allí, pálido y temblando, aferrándose a una silla de la sala de espera.
—¿Qué pasó? ¿Por qué no me llamaron antes? —pregunté, mi voz rota.
—Estaba bien hace unas horas. Es el corazón, Casey. Dijeron que tienen que... intentar un procedimiento arriesgado. Si no lo hacen, lo perdemos.
Las siguientes horas fueron un infierno silencioso, un desfile de médicos y enfermeras que hablaban con términos que no podía procesar. Firmé pape