El regreso a la ciudad fue un ejercicio de control absoluto. En el jet privado, el silencio era diferente. Ya no era una barrera, sino una cortina pesada que ocultaba lo que había sucedido. Spencer estaba de vuelta en su traje de CEO, inmutable, leyendo informes con una concentración que desafiaba la realidad. Yo estaba impecable en mi traje, pero sentía el peso de la seda en mi piel y, más aún, el ardor de la **marca** en mi clavícula, que Spencer había cubierto hábilmente con una bufanda cara antes de salir de la suite.
La tensión sexual ahora era una corriente subterránea constante. Cada vez que nuestros ojos se encontraban, había una punzada de recuerdo. Cada vez que él me daba una orden, yo escuchaba el tono autoritario que había usado en la cama.
—El informe 4A debe ser revisado para los datos de adquisición de Aether-X. Lo necesito en mi escritorio en una hora. Y Casey —dijo, sin levantar la vista—. La bufanda es un accesorio atractivo, pero mañana espero su cuello descubierto.