"Protocolo Fantasma: Activado."

La orden de Alessandro, pronunciada con una calma mortal, no fue un susurro en la oscuridad. Fue el detonador de un apocalipsis digital. Durante una fracción de segundo, reinó el silencio, la incomprensión en los rostros de Marco Bellini y Ricardo Moretti, que lo miraban como si se hubiera vuelto loco.

Y entonces, el mundo se vino abajo.

No con una explosión física, sino con una cacofonía digital. El primer sonido fue el teléfono de Bellini, que emitió un chillido agudo y penetrante, una alerta de máxima prioridad de su banco privado en Zúrich. Un segundo después, el de Ricardo hizo lo mismo, un trino de pánico. Y luego otro. Y otro. Tabletas en los bolsillos, relojes inteligentes en las muñecas, todos sus dispositivos comenzaron a chillar al unísono, una sinfonía de pánico financiero que era más aterradora que cu