Capitulo 38. La Armadura de la Verdad
Isabela se despidió de Elena con un suave apretón de manos, una gratitud silenciosa pasando entre ellas que la gobernanta no podía comprender. Caminó de regreso por los pasillos de hormigón del búnker, y cada paso se sentía diferente. El suelo bajo sus pies parecía más sólido. El aire, antes asfixiante, ahora era simplemente aire. La verdad no la había liberado en el sentido que siempre había soñado. No había roto sus cadenas. En cambio, se las había hecho visibles, le había mostrado el metal del que estaban forjadas, la cerradura y la llave. La verdad no le había dado alas. Le había dado una armadura.
Llegó a su habitación y cerró la puerta. No se derrumbó. No lloró. La mujer que se había roto en el suelo de la sala de control había muerto y había sido enterrada allí. De sus cenizas se había levantado algo nuevo, algo forjado en el frío de la revelación.
Se miró en el oscuro reflejo de la pantalla de la terminal. Vio sus propios ojos y reconoció la tormenta que había en ellos, pero e