La mañana se deslizaba con una calma engañosa por los ventanales de la mansión Delacroix. Clara se encontraba en la biblioteca, ordenando algunos libros que los niños habían dejado dispersos el día anterior, cuando un pequeño trozo de papel doblado cayó desde el interior de un volumen de poesía. Lo recogió con curiosidad, pensando que sería alguna nota olvidada de la institutriz anterior o quizás un marcapáginas improvisado.
Al desdoblarlo, sin embargo, la sangre se le congeló en las venas.
"Las mentiras tienen piernas cortas, señorita D'Armont."
El papel se deslizó entre sus dedos temblorosos hasta caer al suelo. Clara miró a su alrededor con pánico, como si el autor de aquella nota pudiera estar observándola en ese preciso instante. La biblioteca estaba vacía, pero de pronto el silencio parecía cargado de amenazas i