La noche en Roma caía como un manto de terciopelo oscuro, salpicado por las luces amarillas de las farolas. Bianca esperaba a Luca en un pequeño apartamento en Trastevere, una de las propiedades que él utilizaba como refugio cuando necesitaba escapar del ojo público. Sentada en el sofá de cuero desgastado, miraba sus manos entrelazadas mientras el eco de las palabras de su madre esa misma mañana resonaba en su mente: "Sea lo que sea que estás ocultando, Bianca, tarde o temprano saldrá a la luz."
La puerta se abrió de golpe, y Luca entró, su rostro marcado por el cansancio y la tensión. Su camisa negra estaba desabotonada en el cuello, y su chaqueta de cuero llevaba el olor de la noche fría. Bianca se levantó al instante, su corazón latiendo con fuerza.