La noche era espesa, como un manto oscuro que cubría los canales de Venecia. Aurora observaba el mapa extendido sobre la mesa de madera desgastada del pequeño hostal donde se alojaban. La lámpara de aceite proyectaba sombras danzantes sobre los dibujos antiguos y las líneas trazadas con precisión casi obsesiva. Matteo, con el ceño fruncido, estudiaba las marcas, trazando con el dedo un camino que parecía perderse entre las calles laberínticas de la ciudad.
—Es aquí —dijo, su voz ronca de cansancio y determinación—. Este punto... parece un sótano o un almacén cerca de la Plaza San Marcos.
Aurora levantó la vista, mordiendo el interior de su mejilla. El mapa, que habían encontrado oculto dentro del marco de un vie