Cap. 88. ¡Todos contra mí!
La comunicación se cortó, pero fue suficiente. Mariano y Francesco, que escuchaban desde la línea abierta, se miraron. El tiempo se había acabado.
- “Yo voy por Marisol”, dijo Francesco con una frialdad que helaba la sangre. “Si está con fiebre, la herida se le debe haber infectado, cada minuto cuenta”.
- “Entonces yo voy por ellas”, respondió Mariano, con los puños cerrados. “Caroline no está segura, aunque mamá esté ahí no confío en la demencia de Leonardo”.
Ambos salieron de inmediato, separándose como piezas de ajedrez en direcciones opuestas, con la certeza de que cada paso podía ser el último.
En el jardín botánico, el rostro de Leonardo se endureció al oír a Caroline gritar la dirección. El eco de esas palabras era una sentencia.
- “¡Idiota!”, bramó Leonardo, y con un ademán seco dio la orden a dos de sus hombres. “¡Llévensela!”
Los encapuchados se acercaron a Caroline. Ella, lejos de retroceder, se irguió como una fiera acorralada. Cuando uno de ellos trató de toma