Cap. 98. Nuestra luna de miel
El viaje fue largo, pero la emoción los mantenía despiertos. Cuando finalmente llegaron a la costa amalfitana, pudieron ver la belleza del paisaje ante sus ojos, con aguas turquesas, frente a casas color pastel en la cima de los acantilados; además de un brillo solar que parecía envolverlos.
Marisol se detuvo en el balcón de la suite nupcial, con los brazos abiertos sintiendo la brisa marina en su piel.
- “Dime, Francesco, ¿de verdad esto es real?”, susurró Marisol, con el viento despeinándole el cabello.
- “Tan real como que eres mía y yo soy tuyo” contestó él, rodeándola por la cintura desde atrás. “Y aún así, siento que hasta el mar se queda corto comparado contigo”.
Ella rió, girando para mirarlo.
- “Siempre tan exagerado”, dijo Marisol.
- “¿Exagerado?”, Francesco fingió indignación. “No, signora. Si fueras un paisaje, serías una tormenta que nadie se atrevería a domar”.
- “¿Y aún así decidiste casarte conmigo?”, lo desafió ella, con la chispa encendida en los ojos.
- “Pre