Cap. 96. Yo cumplo mis promesas
Marisol y Francesco entraron en una pequeña sala adyacente, aún iluminada por velas, pero en silencio absoluto.
- “¡Marisol!”, exclamó Francesco en voz baja, con esa mezcla de sorpresa y deseo. “¿Me estás secuestrando en mi propia pedida de mano?”
Ella lo empujó suavemente contra la pared, aún sonriendo, y apoyó su frente en la de él.
- “Claro que sí ¿o creías que iba a esperar a que se acabe la fiesta para tenerte solo para mí?”, cuestionó Marisol.
Francesco soltó una risa ronca, atrapándola por la cintura.
- “Eres peligrosa, belleza mía”, dijo Franscesco.
- “Y tú”, respondió ella rozándole los labios con apenas un suspiro, “eres mío”.
Él no resistió más. La besó con una pasión desbordada, una mezcla de ternura y deseo que los hizo olvidar la música y el murmullo de la celebración a lo lejos. Las manos de Marisol se enredaron en su cabello, mientras él la apretaba contra sí como si necesitara grabar ese momento en la piel.
Cuando al fin se separaron, ambos jadeaban.