La matriarca se detuvo frente a su hijo. Su porte era imponente, aunque los años habían suavizado su rostro, sus ojos estaban fijos, cargaban todo el peso de una madre herida.

- “Leonardo”, dijo la madre y su voz era grave, quebrada por dentro pero firme en la superficie, “¿Qué has hecho?”

Él trató de recuperar el control, pero algo en esa mirada lo desarmaba. Dio un paso atrás, apenas perceptible.

- “No escuches lo que dice ella”, dijo él y señaló a Caroline con rabia contenida. “Solo quiere enemistarme contigo. Es una actriz, una víbora que quiere destruirme.”

Caroline sostuvo la mirada de la madre, sin bajar la cabeza.

- “¿Una víbora? ¿Eso dices después de seis años de infierno? Señora, usted cree conocer a su hijo, pero yo lo viví en carne propia. Él no sabe amar. Solo sabe poseer. Y cuando alguien se resiste, lo doblega con violencia”, expresó Caroline.

La matriarca cerró los ojos un instante. La palabra violencia le atravesó como un cuchillo.

-“¡Cállate!”, rugió Le