Cap. 83. ¿Qué quieres de mí?
Aquella mansión donde había vivido seis terribles años, lucía más lúgubre que siempre, y en aquella noche parecía más un mausoleo que una vivienda que solía esconder sufrimiento en su lujo.
Caroline llevaba un abrigo cerrado hasta el cuello, que ocultaba el dispositivo que Francesco le había dado, una microcámara del tamaño de un alfiler y un micrófono que enganchado discretamente en un broche del vestido. “No vayas sin esto”, le había dicho. “Te veremos; si algo sucede, intervenimos”. Leonardo había dejado pistas regadas por muchos lados, pero todo parecía siempre llevar a un callejón sin salida.
El chófer la dejó en la entrada. Ella descendió, obligándose a respirar con calma. No había coches oficiales, ni luces de bienvenida, nada más que la mansión inmensa y la puerta esperando. Nadie la acompañaría hasta dentro; esa fue la condición. Leonardo querría verla en soledad. Tenía que obedecer para no arriesgar a Marisol, ése era el razonamiento que la había empujado a aceptar.
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