Cap. 82. Debemos prepararnos para todo
Leonardo aterrizó varias horas antes en su país. Apenas salió de la pista privada, un convoy lo esperaba: dos camionetas oscuras y un sedán al frente. Marisol, aún con las manos atadas, fue bajada del jet por dos hombres armados. Ella mantenía la mirada fría, sin una lágrima, pero cada detalle quedaba registrado en su memoria, los tatuajes de uno de los hombres, la manera en que el chofer evitaba los retenes, el código con el que abrían el portón del hangar.
El convoy arrancó con rumbo desconocido. Leonardo iba al costado de ella, orgulloso de moverse en terreno seguro.
- “Aquí nadie va a tocarme, Marisol. Aquí soy intocable”, le murmuró.
En la mansión de Milán, Caroline estaba en la biblioteca, intentando aparentar serenidad mientras jugaba con su hija en brazos. Afuera, la prensa no daba tregua, los titulares se repetían con su nombre.
De pronto, su móvil vibró sobre la mesa. En la pantalla aparece un número desconocido. Caroline dudó en contestar, pero después de insistir