El edificio del periódico The Crestview Times, ubicado en el Arts Quarter, rebosaba de actividad. Reporteros y becarios cruzaban los pasillos cargados de papeles y laptops, mientras el sonido incesante de las teclas creaba una banda sonora de urgencia. Gabriel Hayes atravesó la recepción con paso firme, acercándose al mostrador donde una joven revisaba una pila de sobres y documentos.
—Quiero hablar con Patricia Delgado. —Deslizó su identificación oficial sobre el mostrador—. Es urgente.
La recepcionista evaluó su placa con desconfianza hasta que Gabriel. No lo tomó personal, eran gajes del oficio —de ambos oficios—. La intervención de la policía en la prensa no era nada nuevo.
—Un momento, por favor. —accedió con un tono algo nervioso, tomó el teléfono y susurró unas palabras antes de indicarle que esperara—. Puede tomar asiento, dentro de unos minutos la señorita Delgado podrá atenderlo.
Pocos minutos después, un becario lo condujo por un laberinto de escritorios y puertas hasta la